Por: Alfonso Baella Herrera
Lo ocurrido hace unos días en el seno del Congreso de la República cuando este poder del estado eligió, como manda la Constitución en su artículo 86, a los tres miembros del Banco Central de Reserva, BCR, ha desatado una andanada de críticas -mayoritariamente de la izquierda peruana – que, sin argumentos sustantivos, tratan de señalar abuso, irregularidad o prepotencia.
Nuestra Carta Magna dice: ”El Banco es gobernado por un Directorio de siete miembros. El Poder Ejecutivo designa a cuatro, entre ellos al Presidente. El Congreso ratifica a éste y elige a los tres restantes, con la mayoría absoluta del número legal de sus miembros”. Los elegidos fueron Elmer Cuba y José Chlimper propuestos por Fuerza Popular y Rafael Rey por el APRA. Ni Humberto Campodónico ni Carlos Herrera Descalzi -funcionarios de confianza del gobierno de Ollanta Humala, uno como Presidente de PetroPerú y otro como Ministro de Energía y Minas- fueron elegidos. La elección fue ajustada a derecho, realizada por un congreso absolutamente legítimo, entre candidatos propuestos por las distintas fuerzas políticas.
La izquierda salió a decir que había estallado una crisis y que, poco más, estábamos ante una hecatombe política. ¿Qué debería haber ocurrido? Pues muy simple: El fujimorismo no debía ejercer el poder ni votar por sus candidatos ni apoyar a los que quisiera sino votar por la izquierda.
Es decir para los voceros del Frente Amplio lo “democrático” es votar solo por quien ellos quieren; no vale votar por ninguna otra minoría sino por la que ellos representan. Es el mismo principio que usaba Hugo Chávez y, ahora, impone Nicolas Maduro. La democracia es democracia solo si a los señores y las señoritas del Frente Amplio se les da la razón. Para ellos no importa que millones hayan votado por quienes hoy son mayoría; esas masas están equivocadas, han sido engañas y están confundidas y, qué curioso, los que votaron por ellos –que son muchísimo menos- son sabios, más acertados y superiores moralmente al punto que los perdedores deben imponer a los ganadores su agenda política. La minoría debe dirigir a la mayoría ¿Qué se creen?
Aducen que la forma democrática es con una “audiencia pública”, es decir, llevar seguramente a una plaza a los candidatos para darle la palabra al pueblo asistente para que se pronuncie. Una suerte de juicio popular con el único objetivo de petardear la institucionalidad y la democracia.
Esa es la propuesta de nuestra izquierda juvenil, nuestra zurda chiquivieja, abanderada de la moral y representante –según ellos- de la honestidad más pura de la política peruana. La que vota por PPK para hacerlo presidente pero le niega facultades para legislar en materia económica. La que se obsesiona con Fujimori pero tiembla y se arrodilla ante el fantasma de Chávez y la voz de Maduro. La que escupe vómitos verdes por Chlimper pero no escribe ni un tuit sobre la reiterada inasistencia de “Vero” a las citaciones de la fiscalía para que reconozca lo que todos sabemos: que ella asistia en el lavado de activos a Nadine mediante la recepción del dinero que Chavez y Maduro les enviaban desde Venezuela. Esa es la izquierda peruana. La acuciosa para acusar a Castañeda pero distraída para reconocer los estropicios de Villarán y sus secuaces en Lima. La que dice que defiende a morir la gestión y el modelo educativo -que creó el Humalismo- pero que calla ante las millonarias consultorías que Saavedra acepta como chantaje y que no son sino una expresión encubierta de robo de dinero público que ellos, los honestos, se reparten sin vergüenza.
Esa es la izquierda peruana: la que cree que se gobierna un país tirando piedras, bloqueando carreteras, engañando, azuzando, agitando la calle y lavando banderas como si ellos pudieran levantar otras que las de la improvisación, del atraso y de la intolerancia. La que se llena la boca para hablar de derechos humanos pero que tiene como modelo y referente político a Cuba y Venezuela donde no existe democracia y los derechos humanos solo valen si eres de la cúpula corrupta del gobierno.
Esa es la izquierda peruana. Con nuevos rostros pero con las mismas mañas de siempre. En 100 días en el Congreso solo tiene la consigna de petardear todo y a todos los que no le den la razón en su intento de imponer un modelo que ni siquiera es comunista porque hasta los comunistas de verdad son consecuentes, mientras que nuestros rojos son, hasta para copiar, incapaces. Estemos advertidos, tengamos paciencia y tolerancia pero seamos firmes en seguir lo que hacen y a quien apoyan para estar seguros que ese es el camino que no debemos seguir jamás.
Tomado íntegramente de: http://www.baella.com/blog/zurda-manosa/